Pensándolo bien, el adjetivo "temporal" es siempre redundante e innecesario, incluso si se aplica al pobre Universo, que suda la gota gorda en sus ciclos de bang y crunch, de expansión ególatra y de humilde ensimismamiento. Sobra, con mayor razón, cuando se le asocia a cualquier afán, institución o actividad humana, incluido el secuestro. No sirve, entonces, para particularizar al anfitrión entre la gama de los secuestradores. Pero piénsenlo, piénsenlo, el anfitrión es una suerte de secuestrador light que obliga al huésped a ciertas actividades casi siempre auditivas (escuchar peroratas tontas, música al gusto del delincuente, conversaciones ajenas), pero también locomotivas (¿cómo se vive un embotellamiento en el Periférico desde la cajuela del automóvil?) e incluso degustativas: la víctima es obligada a ingerir aguarraces que son el orgullo de la casa y cuanto disparate culinario pasa por la mente del secuestrador. Para colmo de males, cuando el secuestrado se las ingenia para tomar una foto de lo que se vio forzado a comer, la imagen sale borrosa y no logra convertirse en prueba pericial para acusar a su verdugo ante la justicia.
viernes, 7 de diciembre de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario