domingo, 16 de diciembre de 2007

Plagio del futuro

Uno de los hallazgos más sorprendentes de mis últimas lecturas es un ensayo de Ferrucio Busoni (pianista italiano virtuoso de comienzos del siglo XX, compositor y transcriptor compulsivo de obras de otros músicos) en el cual afirma que Beethoven sería "el resultado de dos polos, encarnados en Bach y Lizt". Esta afirmación, aparentemente absurda en términos cronológicos, es, sin embargo, poderosísima y perfectamente plausible si pensamos en términos de intertextualidad y miramos todos los textos, las imágenes, las músicas como un juego infinito de imágenes y reflejos que se devuelven los unos a los otros, sin valerse de ninguna linealidad espacio-temporal, y que nos condenan (a mí también y a este texto que escribo ahora mismo) a ser unos eternos reescritores, recompositores (susceptibles de ser, a su vez, reescritos y recompuestos).

Duro golpe para los "originales" que creen que crean por generación espontánea y que tienen bien delimitado el espacio de sus obras. No hay nada que crear (nunca lo hubo). Todo ha sido dicho -y mil veces- (lo que no significa necesariamente que haya sido escuchado).

Ajeno a estas ilusiones, el recreador tiene desplegadas sus antenas en el mundo (interior y exterior)y, gracias a su capacidad de recordar, relacionar e interpretar, relanza la palabra, la pone nuevamente en circulación, sin pretensión de ser el primero o el último en tocarla, y sin conciencia, como en el caso de Bach y Beethoven, de que se pueda tratar de un eventual plagio del futuro.

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